Por Graziella Pogolotti
Al regresar a Cuba, después del triunfo de la Revolución, los Carpentier se instalaron en un apartamento de la calle 21 en El Vedado. Algo más tarde, se trasladaron a una casa en la misma barriada, actual sede de la Fundación. Es una residencia discreta con un pasillo central que separa las dos alas. Los visitantes y aun los amigos más cercanos, acostumbraban instalarse en el estudio del escritor. Fallecida Lilia Esteban, se abrieron las restantes habitaciones, ocultas hasta entonces a la mirada de los curiosos. Aparecieron variados testimonios de una historia de familia y de trabajo.
Se encontraba entre ellos un admirable mobiliario, obra de ebanista, coronado por el símbolo de un marquesado que Lilia nunca ostentó. Por su altura descomunal, no tenía cabida en una edificación moderna de bajo puntal. Se encuentra ahora depositado en una de las instalaciones regidas por la Oficina del Historiador de La Habana.
Más importante aún para los estudiosos de la obra del escritor cubano, resultó el descubrimiento de una considerable papelería conservada en cajas, así como de la biblioteca personal de Carpentier. Así apareció un sobre cuidadosamente sellado. La sorpresa se acrecentó con la revelación de su contenido. Poco afecto a volcarse en una escritura confesional, Carpentier había sentido la necesidad de llevar un diario personal durante buena parte de su estancia caraqueña. El mecanuscrito ostenta correcciones de detalles de redacción hechas con la inconfundible caligrafía de Carpentier, lo que hace suponer que no descartaba la posibilidad de ponerlo a disposición de un círculo más amplio de lectores en un futuro indeterminado. Sin embargo, guardó el secreto para sí. Lilia, su esposa y confidente literaria, tropezó con el documento sellado después de la muerte del escritor. Atendiendo al enorme interés de esas páginas, la Fundación Carpentier autorizó su publicación en 2013.
Según había relatado en carta dirigida al compositor José Ardévol, de vuelta de su expedición al Orinoco, bajo los efectos de la exaltación derivada de tan excepcional aventura, Carpentier escribió sin respiro las páginas que se conocerían más tarde con el título de Visión de América. Señala en el Diario que la concepción integral de Los pasos perdidos surgió, a modo de iluminación, al bajar de un taxi en Caracas.
Pero, la ejecución del proyecto no habría de resultar tan fácil. Lo previsto en dos meses tardaría varios años de angustias e incertidumbres en fructificar. Por lo demás, a consecuencia de una enfermedad pasajera, el escritor atravesó una crisis espiritual profunda, un derrumbe con rasgos de escepticismo. De ahí la necesidad de llevar una bitácora de viaje, diálogo íntimo con la página en blanco. Es un registro de lecturas, de audiciones musicales, de recuerdos que emergen del pasado por vía de asociación. Es la revelación de claves secretas de la creación literaria, de las angustias y tanteos que condujeron a la elaboración de Los pasos perdidos, para muchos la novela de Alejo Carpentier que ofrece más denso entramado de niveles de lectura.
(Continuará)
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