Por Yuri Rodríguez
Alejo Carpentier y José Lezama Lima mantuvieron una amistad y cercanía intelectual, signada por el respeto y el interés por sus respectivos orbes creativos, una relación que ha pasado inadvertida muchas veces en los estudios críticos y que hoy nos proponemos repasar brevemente.
Luego del regreso a Cuba en 1939, Carpentier se relacionó con el autor de Muerte de Narciso y el grupo de escritores nucleados a su alrededor, un vínculo que mantuvo años después cuando fijó su residencia en Venezuela. A partir de entonces, Carpentier percibió la pujanza y brío intelectual de esa nueva hornada de narradores, poetas y artistas así como lo valioso de sus iniciativas culturales. Se iniciaba así un fructífero intercambio intergeneracional de disímiles resonancias.
Cabría recordar las colaboraciones de Carpentier en el empeño editorial de Orígenes, estoicamente sostenido por Lezama en los difíciles años de la república. En 1944, el escritor publicó en la revista homónima el relato “Oficio de tinieblas”. En 1952, ve la luz “Semejante a la noche”, en un número de esa publicación en que asimismo Carpentier da a conocer su criterio sobre “Diez poetas cubanos”, (título canónico del grupo Orígenes) como parte del texto de Lezama “Alrededor de una antología”. En 1954 aparece en la revista algunos fragmentos de la novela El acoso.
Igualmente, otros documentos, pertenecientes al espacio íntimo testimonian la estimación entre ambos escritores. Así, las dedicatorias de los libros reflejan las provechosas lecturas y el eco sutil que provoca en Lezama la producción del autor de El siglo de las luces. En 1949, escribe al dedicarle su poemario La fijeza: “Para Alejo Carpentier agradeciéndole su Reino de este mundo; cuya imaginación es capaz de crear la otra realidad más grave. Envío de su amigo de siempre J. Lezama Lima. Agosto 1949″. Mientras, años más tarde le dedica Dador con estas palabras, permeadas de lúcidas observaciones: “Para Alejo y Lilia por los pasos ganados, por los instrumentos de misterioso sonido, por la palabra en la fragua de Vulcano. Un abrazo de J Lezama Lima, enero 1961.”
En otro documento íntimo, el Diario que escribía en esos años en Venezuela, Carpentier anota un comentario, revelador de la grata percepción que recibió tras una reciente visita a La Habana sobre Lezama y su obra: “Magnífica impresión de Lezama Lima. Cada vez más agudo, más fino, más erudito, en sus conversaciones. Y a la vez, sumamente criollo: el hombre gordo que trabajaba en vender Velitas de Santa Teresa. Sostiene que la poesía, tomada en serio, por los de Orígenes, los está conduciendo a la novela. Es posible”.
Por otra parte, en 1958, a colación de la publicación del volumen Guerra del tiempo, Lezama Lima le escribe a Carpentier una carta en que se adentra, con un lenguaje altamente poético, en un penetrante análisis sobre este título.
Conviene citar finalmente otro testimonio de la estimación entre ambos escritores. Se trata de un fragmento del artículo “Resonancia del festival”, publicado por Carpentier (16 noviembre de 1954, El Nacional, Caracas), a propósito de una invitación que efectuó a Lezama al Festival de Música Latinoamericana que por entonces organizaba en la capital venezolana. En este texto, Carpentier sintetiza para el público venezolano su criterio acerca de la trascendencia continental de la labor del autor de Paradiso y el grupo Orígenes:
“José Lezama Lima, director, desde hace diez años, de la revista Orígenes, centralizadora del mejor movimiento intelectual que en este siglo hayan contemplado las letras cubanas, es uno de los escritores más importantes de América, tanto por su obra de ensayista como de poeta. Perteneciente a una generación que ha querido librarse de una visión epidérmica y superficial de la realidad circundante, José Lezama Lima nos ha dado una producción poética que, por la densidad de pensamiento, por la personalidad de la expresión, cobra un mayor significado cada día, ejerciendo una influencia de capital resonancia sobre todo un sector de la literatura cubana contemporánea. Su reciente libro de ensayos, Analecta del reloj, fruto de más de diez años de meditación, encierra páginas magistrales, de una impresionante sagacidad crítica, como las consagradas a Góngora –tema que parecía haber sido agotado en cierto modo, por los escritores de La Gaceta Literaria y la Revista de Occidente, de Madrid, y que cobra, bajo los enfoques nuevos del poeta, la siempre palpitante actualidad de lo que mejor se sitúa en el tiempo nuestro por pertenecer al tiempo sin tiempo de todos los tiempos. Pocos escritores de este continente han considerado la función de escribir con tanta seriedad –con tal sentido de la responsabilidad– como José Lezama Lima, en cuya obra buscaríamos en vano la nota circunstancial, la influencia de lo transitorio y volandero, la página que no responda a la reflexión detenida y ponderada. Por lo mismo, los jóvenes colaboradores de Orígenes –a quienes debemos los mejores libros publicados en La Habana en estos últimos años, tanto en los dominios de la poesía, como del relato y del ensayo– tienen a José Lezama Lima por un verdadero maestro.”